lunes, enero 02, 2006

¿Dos mil cuántos...?

Desde hace 6 años me voy preguntando "¿Cuándo, Señor? ¿Cuándo va a llegar el año nuevo en que por fin me despierte y pueda salir a pasear por la calle en mi SuperPatineta como Marty McFly, ponerme sus zapatillas autoajustables, viajar en carros voladores y abrir la puerta de una casa común y corriente con mi pulgar?"


¿Qué tiene él que no tenga yo?

Pero en fin, se demoraron más de 15 años para que el Gran Hermano de Orwell existiera de verdad (y no hablo del reality), así que supongo que, como todo lo bueno, esas cosas tardarán aún más en llegar de lo que se creía. Desde que tengo uso de razón anuncian cada año que el mundo se va acabando, lo que demuestra que la gente no pierde el optimismo a pesar de todo. Tal vez si nos esforzamos un poquito más esta vez lo logremos. ¿Será que no estamos arrojando suficiente humo de tabaco y de combustibles fósiles como para acabar de una vez con todos? ¿No es tan fuerte la radiación de los equipos electrónicos para mandarnos a una mejor vida menos dependiente de la tecnología y las telecomunicaciones? ¿Por qué el estrés, el colesterol, las juergas interminables y las drogas no cumplen con disminuir la superpoblación mundial? Tal vez una guerra por ahí y otra por allá... total, se muere aquel a quien le caen las bombas y al que no le pagan por falta de recursos del Estado. Yo también pongo mi granito de arena: me quedo calladito y sentadito y no digo nada. Total, si nos vamos al demonio, nos vamos todos juntos, ¿o no?


Sí, un par de añitos más y ya está. Se vería algo así.

¡POS NO! Así que vamos a empezar a buscar cosas constructivas para no andar de bulto por el mundo. Aunque los taxistas nos odien por caminar, las tabacaleras y cerveceras por cortar el vicio, o nuestros compañeros de estudio/trabajo por vivir tan tranquilos. Vamos a destruir menos y a hacer más cosillas, lo que implica no ser hippies zánganos pero tampoco niños buenos. Sólo vivir sin joderle la vida a los demás, como diría precisamente un hippie pelucón al que le gustaban las chinas inexpresivas.

Y no coman muchame, porque es delfín.

Feliz año, y al resto del personal: ¡PÓNGANSE A ESCRIBIR, CARAJO!