lunes, julio 24, 2006

A propósito de otro Día Internacional de los Niños Trabajadores que pasó inadvertido

Tocar el tema de los niños trabajadores de la calle en cualquier reunión genera diferentes reacciones; ya sean índices en alto y ceños fruncidos acompañados de un “¡¡ esto es indignante!!” demasiado efusivo, quizás, para ser real; o también la popular movidita de cabeza con la mirada al suelo y un laaargo suspiro igual de inverosímil.

Estas figuras me hacen acordar a la siguiente tira de Mafalda, que si bien no se refiere específicamente a los niños trabajadores, es la idea lo que se me quedo:


Sé que más de uno se ha horrorizado con lo que dice Susanita; pero al menos ella es sincera y dice exactamente lo que piensa. Nosotros que nos indignamos efusivamente y suspiramos moviendo la cabeza, no lo somos. Estamos tan acostumbrados a verlos a través del parabrisas mientras nos lo limpian en los semáforos, o en contrapicado cuando andamos a pie, que no nos rompe ni el alma ni el bolsillo. Es más, nos indignamos verdaderamente cuando en una de esas raras ocasiones les regalamos el poco sencillo que nos queda y nos obligamos a privarnos de nicotina, por ejemplo.

Se dice que al pobre no hay que darle pescado sino enseñarle a pescar. Esto está bien para los hombres bien formados física y mentalmente para largas faenas de trabajo; pero no para los niños. No debemos darles ni pescado ni cursos intensivos de cómo utilizar una red. Lo que necesitan es una oportunidad, no sólo de estudiar sino también la de disfrutar de su niñez y de no pasar a ser adultos responsables a los seis años de edad.

Pueden darse miles de soluciones , el gobierno puede poner en práctica cientos de planes y estrategias educativas, pero todo esto es muy complicado y necesita de recursos monetarios que lamentablemente el Perú no tiene. Entonces les pido que elijamos una postura: ¿nos indignamos efusivamente o simplemente los escondemos?