lunes, febrero 06, 2006

En las entrañas de la bestia

Respirar hondo. Tratar de mantenerse en pie después de la sobrecarga de información que trata de abrirse paso a través del nervio olfativo y llegar al cerebro con el efecto de un elefante que patina sobre hielo por primera vez. Esa fue más o menos la sensación de una primera olfateada de un provinciano servidor en el centro de Lima.
Este lugar vive, no en el sentido místico-esotérico-retórico que se usa cuando alguien grande pasa a mejor vida, sino más bien como un inmenso tejido vivo. Nacido hace 472 veranos, creció, partes de él crecieron a su vez, tanto que adquirieron una identidad propia (se reprodujo) y ahora, vieja y rancia, entre espasmos y secreciones, se resiste a seguir muriendo.
Como todo freak show, el "mostruo de las mil cabezas" es fascinante. Obviamente, vivir aquí sería otra cosa, pero es un simpático destino para hacer turismo de aventura.
Miles como el niño de junto al cielo son devorados por la bestia, pero, como ella, no mueren del todo ahí. En sus tripas nació el peruano recursero, el superviviente, el que le saca la vuelta a la adversidad y, con mayor frecuencia, al vecino. Darwin cambiaría aquí al "más apto" por el "más pendejo". Batman acabaría calato y regresando a pie a la baticueva en la primera noche.
Los locos son los pacientes dueños de las calles que esperan a que se larguen los intrusos que entran a su casa en sus carros y no los dejan de mirar cuando quieren acostarse a dormir o ir al baño cómodos en una esquina.
Como todo sistema digestivo, el destino de esta gente es la inminente expulsión para abrir paso a nueva carne de cañón. Mientras anto, los que tienen más aguante la sudan a diario para evitar ese destino de letrina.
Esto es, cuando se quiere, más que un símbolo de pobreza y decadencia, un festival de la vida y la supervivencia cuando los tiempos se ponen jodidos y me tengo que guardar la billetera y el teléfono donde menos llamen la atención y asegurarme de no ir tan cargado para que no me roben demasiado hoy.