lunes, setiembre 05, 2005

Digamos que yo no ví nada

Digamos que no estuve sentado frente a ese cuarto de la avenida Grau. Que yo no ví nada. Que no fue hoy, que no eran las cinco de la tarde y que por esa avenida no pasaba ningún carro. Digamos que no hubo robo. Que aquí no pasó nada. Me metería en problemas.

La chica tiene una carita de impotencia. Una extraña mezcla de sentimientos en su mirada. El rostro que no se quita tan fácil de mi cabeza. Pero ya llevaba media hora con pequeñas gotas saladas en sus pestañas. Tomó mi mano tres veces, me dijo sin palabras que la ayudara. Y yo ahí. Sólo observando. Lo que mejor sé hacer.

Decía que yo podía ayudarla, que era sólo cuestión de recordar el número de la placa. Ni siquiera me acordaba del color del carro. Pero me conviene pensar que hace una hora no estuve ahí. Fumaba y miraba. Pensaba en la práctica del martes, en la plata que debo, en la que me deben, en la noche anterior y en la persona a la que esperaba. Digamos que no veía nada extraño en el movimiento de adelante. Que no imaginaba que estaban robando.

Algunos decían que fueron tres tipos, que sólo se demoraron diez minutos para cargar con todas las cosas del cuartito. No estoy seguro, pero creo que me demoré más tiempo hablando con uno de ellos. El que hacía de campana. Me hablaba de Robinho, de Brasil y del partido de ayer. Luego cruzó la pista y subió al carro con los demás. Yo perdido como siempre ¿Los choros tienen cara de choros? Carajo, eso me pudo haber ayudado.

Y en minutos la chica perdió todo. Y yo escuchaba decir al policía que ya estaban buscando un carro rojo por la ciudad. Uno sospechoso. Sigo mirando a esta chica. Con una impotencia de aquellas. Con ganas de gritar que ella no merecía ser asaltada un domingo por la tarde, justo cuando Piura duerme en silencio, justo cuando había salido a llamar por teléfono a su madre para contarle que ya había comprado la máquina remalladora. El lunes comenzaba a trabajar en lo suyo. Ella no lo merecía.

Y no sé que más decirle a esta huancabambina de 25 años. No hay palabras en este momento. Y así el esfuerzo de dos años se lo llevaron unos choros conchas – de – sus –madres. Y la dejaron sin aliento. Abrazando el poste y golpeándose la cabeza de rato en rato. Y en diez minutos se quedó sin televisor, cocina eléctrica y sin su máquina. Al carajo su trabajo como costurera en el mercado.

Digamos que ví todo pero no imaginaba que era un robo. Y sigo hablando con la chica, no sé que más hacer. Digamos que tengo ganas de ayudarla. No sé cómo hacerlo. Dejo la escena dos horas después. Dos periodistas ya abordaron a la chica, hay menos curiosos. Varias imágenes en mi cabeza. Y yo sigo pensando que esto es demasiado para ella. Digamos que esto es rarísimo, que no sé por qué decidí escribirlo. Digamos que yo no ví nada.
* Pasó hoy, domingo 04 de septiembre. Digamos que ustedes no leyeron nada.