jueves, diciembre 28, 2006

Minutos de pasado

Subir a un bus para volver a tu ciudad natal siempre es un placer. Por la familia y los viejos amigos. Pero sobre todo por ese recuerdo de todas las cosas vividas que siempre nos parecen lindas e indescriptibles y que, antes al estar lejos las tenía como perdidas, como olvidadas. Salir a la calle y caminar por las calles de Chiclayo, disculpando la atorrantada de “el moto y su Chiclayo”, es un placer.

Ya acabada la universidad no me quedaba nada que hacer en Piura (salvo cuestiones personales). Así que por obligación y por el terrible calor volví después de varias semanas a mi ciudad. Me sentí tan cómodo como cuando era niño, con el incansable placer de vivir otra vez en esa ciudad, como si nunca, nunca me hubiera marchado. Al bajar del bus sentí el viento clásico y una ligera alegría. Atrás quedaron los cursos, los profesores y los chifles de eche.

He visitado de la mano de mi memoria mi antiguo colegio cerca al mercado de la ciudad. Las apagadas calles se encienden al verme para saludarme o gritarme ingrato. He pasado por la casa de mi primer amor y he silbado como antaño la sonada que tanto nos gustaba. Nadie abrió la ventana.

Acompañé a mi madre a comprar al mercado. Con mi familia visité el cementerio y pude ver la tumba de mi abuela tan hermosa como la dejé. Las rosas que la adornaban se parecían a ella y me recordaban su senil sonrisa. El tiempo lejos de casa hace pensar sobre todo lo perdido y el resultado no se oculta ante nosotros. Como diría García Márquez: la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla.

El sonido de los automóviles había sido forzado porque iba en sentido contrario de la realidad histórica. Recuerdo siempre las calles muy estrechas y ahora veo grandes avenidas y vías de evitamiento. Siempre iba al mismo supermercado, pero ahora lo han cerrado y aparecen frente a mí cuatro gigantescas opciones. Cada una mejor que la anterior. Me da gusto que el progreso no sólo se quede en la capital sino que llegue también a las provincias. Lo mismo sucede en Piura. El norte crece cada vez más rápido y eso es bueno porque da y crea más oportunidades laborales y de otros tipos.

Cada vez que voy a Chiclayo empiezo a ver menos el cielo. Una gran cantidad de edificios se han levantado como en perspectiva y símbolo de desarrollo. Inmensos monstruos de cinco pisos han sepultado a las viejas casuchas de adobe y caña. Se me viene a la mente imágenes y recuerdos de mi infancia. Donde quedaba el antiguo café, hoy un hotel de cuatro estrellas me mira y sonríe.

Recorrí en carro por los alrededores de la ciudad con un aire de deuda. Con una ingratitud y nostalgia al mismo tiempo. Y es que cuando uno está lejos de todas sus primeras aventuras siente que ha perdido el tiempo, que está en nada.

He pasado por la avenida Balta y la calle Elías Aguirre. Sentado en una banca, frente a la catedral, con el morris me he puesto a ver el palacio municipal destruido y se nos escapó una carcajada. Parece increíble lo que el hombre es capaz de hacer por el poder. Seguimos con dirección a nuestras casas y nos detuvimos frente al nuevo chifa Jakie Chan. Parece increíble pero por acá hay varios chifas al paso y cada cual con un nombre más cómico que el otro. Cuando se les acabaron los nombres de los actores: Jet Le, Bruce Lee, etc., aparecieron los nombres de películas: El dragón de oro, Puño de dragón, el cantones, etc. No sé por qué razón colocan esos nombres ¿Será qué piensan que mientras más fuerte es el actor más gente irá a comer? ¿Por tradición?

El progreso está cada vez más cerca y es el enemigo de la nostalgia. Depende de cada uno y de cómo lo tomemos. Podemos utilizarlo según nos complazca. Usted decida.