martes, mayo 08, 2007

Goodfellas

Una tarjeta virtual en mi correo de hotmail me recordó hace una semana que tenía amigas que no veía desde mucho tiempo atrás. Santiago, el futuro nuevo ser que una de mis amigas traería al mundo (y cuya invitación a su baby shower me llegaba por el correo web) sería la excusa perfecta para restablecer contacto con estas amistades que no se perdieron pero que sí se mantuvieron paralelas a mi vida personal después del año 2000 – momento en que al parecer se descuidó todo el contacto con estas cinco amigas.

Y es que tras seis años de no ver a ninguna de ellas y mantener una relación esporádica vía los fríos e-mails, las fotos publicas de los hi5 y el omnipresente messenger, no llego a asimilar el fuerte lazo que aún existe entre nosotros. Una amistad nacida en la universidad, entre 6 personas completamente distintas, entre un hombre y cinco mujeres con distintos intereses y de distintas realidades – padres divorciados, rivalidades de colegios, educación militar, solvencia económica, semi independencia – pueden volver a juntarse y seguir siendo cómplices, alcahuetes entre sí, confidentes pero sobre todo conservar ese poder mágico de pasarla bien juntos, de poder volver a tomarse una cerveza sin sentirse extraños o distantes.

El RE - encuentro

Ayer viernes fue el día esperado, hace una semana, después de mi regreso del norte peruano respondí el mail, que estaba guardado con la tarjeta de invitación., confirmando mi presencia en el baby shower de Santiago, un niño que no nace pero que ya tiene un montón de tíos y tías pendientes de su llegada. Una almohada en forma de avión fue el regalo que compre para la ocasión.

Para variar, repetir el sermón que repites siempre que te encuentras con alguien que no ves hace un culo de tiempo, sobre tu trabajo tu nueva vida en lima y si terminaste la universidad y cuánto te pagan (lo cual me llega al pincho responder pero siempre respondo porque si ps, ahora yo también me compro mis frijoles como tu ps huevonazo).

Pero luego de conversar demasiado sobre mi y no sobre el verdadero protagonista del reencuentro – Santiago, que aunque este en una panza enorme siente que no le prestamos atención – iniciamos la abertura de regalos para ver que panes trae bajo el brazo nuestro sobrino y que otros panes debe comprar la mamá porque no se los regalaron.

Ya pasadas las 11 de la noche y siendo viernes, no siento aún la necesidad de retirarme a mi trabajo pues estoy con mis amigas de toda la vida y no me iré sin al menos un Salud y un seco y volteado. Jenny no nos puede acompañar porque su inmensidad de 8 meses no le permite salir a esas horas, pero Liliana y Pilar me acompañan a Miraflores a tomar una cerveza en un bar detrás del KFC de Larco. Nos sentamos en un ambiente rodeado de cuadros aliancistas, qué salado pienso yo pero a la mierda, ahora vamos a tomar y festejar por todo lo que no nos hemos visto y por todo lo que la hemos cagado. Me entero que un par de ellas se hicieron cristianas pero no lo siento así. Liliana ahora tiene una hijita que es un amor, que se llama Miranda y que tiene 2 años – como mis sobrinas – Pilar ya trabaja en una buena empresa y estudia por las tardes su segunda carrera; además me entero que se pelearon con otra de las amigas del grupo que no había notado que faltaba y que Verónica, la última de nuestro harem se casó y tiene un hijo de 3 años llamado Sebastián, que se acaba de comprar su depa en la Molina y que es modelo de comerciales de Tv en Lima y en el extranjero.

Son las tres de la mañana y no me apetece ir a trabajar, mientras veo los brindis y el la conversa imparable que tenemos sin hacer mucho caso a la música y ala gente que invade el local. Siento que a todos ahora nos va bien, pero lo que más me alegra es que ese vínculo que compartimos hace 7 años no se ha perdido, se mantiene intacto y creo yo, más fuerte ahora con más cosas que compartir y con mas cervezas sobre la mesa para brindar. Hoy sé que no llegaré al trabajo pero eso ahora ya no tiene importancia.